Por El Irreverente

La introducción a esta cuestión fue a través de una canción de María Elena Walsh, llamada “Balada del Comudus Viscach” con la gracia y el arte del Cuarteto Vocal Zupay, era para darle una tónica menos ruda al tema del cual nos vamos a ocupar. Por que lo que está pasando con mucha militancia dista mucho de sacarnos una sonrisa, por que la sumisión de algunos a la oligarquía estatal y sus designios, aunque esperable, no deja de causar más que estupor y nausea. Por que estes señores y señoras no son la traviesa Patty y su Ejército Simbiótico de Liberación, aunque quisieran serlo o supieran de qué se trata y los riesgos que trae. No tienen nada de simbióticos y si mucho de parásitos y cáncer, sus inútiles vidas hipotecadas a una farsa que conocían desde el principio y que durante años combatieron. Lo sabían ya en 2015 cuando tímidamente llamaban a votar a Scioli sin ponerse colorados. Cuesta creer que haya gente que sea tan comedores seriales de sapos, prendiéndose por fanatismo feroz (aún si fuera por dinero) para servir a los servidores de una clase social infame que destroza sus propias vidas y las de sus familias. Cualquier precio es barato para servir al Estado. Ya cumplieron el rito de iniciación como tropa parapolicial sin gónadas hace rato. Están con el machete en la mano, y la chapa en el corazón pidiendo palos y balas para bancar el ajuste. Saben lo que hacen y si no son represores es porque además sienten vergüenza de hacer el trabajo sucio que hacen los agentes de inteligencia de las fuerzas federales y durante esta pandemia sostuvieron cuanta estupidez se le ocurría a esta oligarquía de coroneles que nos gobierna. A cambio de ello justificaron toques de queda y estados de sitio, desaparición de personas, gatillo facil, encierros compulsivos, evitar que la gente se manifiesta aún cuando el ajuste y la represión crecen delante de sus ojos. No puede ser Síndrome de Estocolmo, ya fueron procesados sus cerebros por su ambición de llenar sus mediocres vidas con algo de poder que mostrar. Su ruina moral es evidente, van por la calle como muertos en vida. Y el maquillaje que usan como cara no tapa la carencia de vergüenza de estos siniestros inútiles. Son los Caín del siglo ventiuno, los colaboracionistas represores de la hora. Hoy juegan ese rol, son como los milikos, pero con un complejo que exuda la mugre que son por su inexplicable posicionamiento sirviendo al poder. La razón de la generosidad del poder para con ellos, radica en que ya traspasaron todas las fronteras de la traición y que por eso mismo son baratos, la mayoría de ellos siempre viajó en el micro dos de la Historia y si alguna vez lo hicieron en el uno, no dudaron en bajarse luego de hacerse una selfie. Unos auténticos parias por decisión propia, unos renegados repugnante como todos los de su condición. Unos mediocres que eligieron al enemigo invisible por que el real los asusta muchísimo.
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