Podés hacer y decir cualquier cosa en esta República Argentina, sí y sólo tenés el dinero suficiente. La impunidad no es para cualquiera, los grandes corruptos siempre se habrán asegurado un colchón para amortiguar cualquier caída, por que es sabido que con dinero todo es posible. Así las cosas la noticia que trae a cuento estas afirmaciones ya conocidas por todos es el caso de difamación por parte de Alberto Fernández hacia el militante del Partido Obrero José María Escobar.
Corría el 2008 y el kirchnerismo, envilecido destilaba venenos por todos sus poros, su orden no podía ser cuestionado por nadie sin que cayeran sobre ese alguien las peores maldiciones. Aún no habían asesinado a Mariano Ferreyra, pero ya preparaban los pertrechos para imponer la paz social en base a las patotas gremiales y al escarnio público por las denuncias impúdicas e impunes de un poder que se victimizaba diciendo que no podía controlar nada copmo justificación para controlar todo y lanzar sus dardos a los que pensaban diferente.
Imaginen una época en que el Gobierno no admitía ninguna crítica y consideraba diabólicos o criminales a los opositores. No está tan lejos de lo actual, donde los buenos son los que están con la facción gobernante y los malos son los otros, los troscos, los clarinetes, la derecha y todo junto diciéndolo en todos sus medios adictos y con gran parte de sus empleados repitiéndolo hasta cansarse. Ellos eran el orden el pueblo, como la Obediencia Debida, no admitían prueba en contrario. Como todo autoritarismo cuando las cosas salen mal, lo más importante es encontrar un culpable fuera de los amigos de la Rosada y si es posible de los grupos que sus séquitos bastante limitados de sesos puedan entender con facilidad.
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