En la mañana de hoy, luego de que la movilización popular obligara a la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia comunicar que los uniformados autores de las atrocidades y abusos a una familia Qom de Fontana no podrían retomar sus funciones ni cobrar sus sueldos, el Jefe de la Policía presentó su renuncia al cargo. No solamente Fernando Romero renunció,  tambien lo hicieron el subjefe Ángel Domínguez y la directora ejecutiva del C.E.A.C, Mariela Noemí Aguirre.

“Somos transitorios los jefes, lo que hago es por los policías que deben reincorporarse y no los dejan, tengo 900 efectivos más con situaciones judiciales, y si debo medir con la misma vara , es injusto entonces”. Estas palabras del renunciante Jefe de la Policía del Chaco encierran muchos pases de factura. Es así como el Jefe de los uniformados provinciales asume la defensa de cuatro de sus camaradas de fuerza cuyos casos son iguales a los de 900 efectivos con causas. Al mismo tiempo subyace el tema de que la Policía se siente traicionada por Capitanich, que a la primera de cambios los entrega cuando ellos siempre fueron fieles a meter palos y balas a los orginarios y a los humildes para servirlo a él y a los poderes fácticos de la Provincia. Tendrá Romero una jugosa jubilación y la sonrisa de Capitanich por su gesto que lo pone como si el Gobernador le importara algo la opinión de su pueblo. Se nos siguen burlando en la cara y con repetidora nacional, como la fue la nota que Telam le hizo sobre el espionaje macrista. La sucia cara del Poder y del Gobernador son imposibles de lavar, consultan sobre espionaje a quien no duda en dejar actuar al Poder Judicial en contra de la opinión de periodistas opositores. El Gobierno Nacional bancará a Capitanich en todas sus tropelías, ya que a un chasquido de dedos al “Coqui” le instalan un batallón de gendarmes. La “policía del cuidado” le pide al “Estado materno”, que no le pongan palos en la rueda para poder meter palos a su cuenta y nombre. Demasiadas pruebas de amor tiene el Gobernador por delante, solamente hace falta que el pueblo se mueva y el poderoso se asusta. Es ley de vida del demagogo que cuida su puesto más que su vida.

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