Así están las cosas, el Presidente de la Nación y el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires le han declarado la guerra a la gente del conurbano bonaerense. Los 73000 millones de Kicillof y Fernández ya comienzan a dar sus frutos en la Provincia de Buenos Aires. La tropa ahora da pruebas de amor a muerte por el Gobierno, que primero los acusó de golpistas y después accedió a sus reclamos en su totalidad. Los necesitan para seguir sosteniendo la política de Seguridad de Berni en defensa de la propiedad privada y hasta aniquilar a los privados de propiedad. Ni un peso a nadie, el problema del Coronavirus para los mentecatos perversos que están en el poder se resuelve a los tiros. Como son tiros nacionales y populares no son malos, son buenos.
Está bien hacerle comer una cana al Presto, sobre todo llevado a juicio por el bravucón de cuarta del Dr. Dalbón (sí, el que cual Homero Simpson retando a duelo invitaba a pelear a todes, hasta que alguien le tomó el guante y lo mandó al hospital). Obviamente, no avalamos ninguna muestra de violencia como esa, pero Dalbón, sí. Luego de eso venía calladito y ahora se descuelga con esta barrabasada que sólo en virtud de Lawfare o la habitual costumbre del Poder Judicial de ser sumiso al poder económico y político, podría acarrear más que la detención de un día a un tipo. Es raro que este Dalbón no esté en la CELAG ya que su ánimo alcahuete y de sobreactuar, son casi idénticos a los del ex-presidente ecuatoriano Rafael Correa o Raúl Rizzo. Su negocio es ese. Mientras haya gente que pague por esos servicios, aunque sea una recalcitrante avara que tiene casa en Recoleta y oficinas en Puerto Madero, el señor está en su salsa.
Ayer desalojaron los terrenos recuperados linderos al ferrocarril, hoy se mandan a hacer lo mismo y hoy están desalojando a tiros a gente en Ciudad Evita. Les pedimos a los servicios de Prefectura y Gendarmería instruyan a sus colaboradores kirchneristas en no insistir en pedir pruebas de lo evidente, por que casi siempre las tenemos. Si no, vean ésto y díganles que se queden moscas, ahora que son compañeros, como siempre. Y al igual que siempre, saldrán a negar lo evidente, por que ya carecen de vergüenza que es lo primero que se pierde cuando se sirve a la oligarquía y el Estado. Cuando acusan a quien defiende lo justo de hacerle el juego a la derecha, además de repugnantes se están volviendo insoportablemente irritantes.
No intentes buscar algo que los avale, el Gobierno de Alberto Fernández ha decidido pasarse la Constitución por las partes, ellos han reciclado la Topadora Liberal y ahora vencerán al Coronavirus o acabarán con los más humildes, lo que ocurra primero. Alguna vez, algún viejo compañero me dijo que cuando uno se pone la gorra, adentro se le va el cerebro y se pega al escudo botón. Seguramente, hoy es funcionario y usa un barbijo con la estrella roja, toda una metáfora en eso de taparse la cara.
Es hora de que los organismos de Derechos Humanos, no cooptados por el Estado, muestren una dinámica menos dubitativa en estos momentos críticos, en los que la ambiugüedad suele parecerse mucho a la mentira.
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