Se viene una avanzada oficial nueva sobre los derechos laborales. La tan pomposamente llamada reforma laboral no es más que un ajuste de cinturones y derechos de los trabajadores para que los empresarios ganen más dinero. Desde el poder ya no insisten más con la ridícula excusa de la teoría del derrame, creemos en vista de que los únicos derrames que reciben los sectores populares son de sustancias tóxicas.

Cuando esto ocurre, los funcionarios tratan de buscar apoyos en sus queridas fuerzas vivas, es decir aquellos millonarios que pueden justificarles todas las groserías antipopulares que se les ocurran. En el Gobierno de CFK era De Mendiguren y su UIA, los que hacían proselitismo del caracter procapitalista del gobierno y propagandizaban sus acciones futuras para crecimiento de su lucro particular. En el caso de este gobierno de Macri, parece que ese rol de difusor de la pretendida racionalidad burguesa lo cumpliría el Presidente de la Cámara Argentina de la Construcción Julio César Crivelli.

El impresentable dirigente empresario ensayó una teoría de primate no evolucionado leyendo a Darwin y mal. Se planteó algo así como una supervivencia del más apto como si las personas sólo fueran un recurso extraible y desechable peor que un ladrillo. El empresario aseguró que tanto en la industria como en el comercio hace falta que se puede echar sin justificación a los trabajadores, aseverando que ese sería un recambio hacia la calidad. Para él ese recambio es que los que trabajan mejor son los que se quedan y los que trabajan o tienen bajo rendimiento son sustituidos por otros.

A continuación, les brindamos un resumen de las delirantes declaraciones de Crivelli:

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