El Presidente de la República, a pesar de atajarse por si le reprochan sus graciosos datos, se ha venido transformando en un meme. Las guarradas de Kicillof ya están pasadas de moda y reirse de él lo puede hacer hasta un niño. Recordábamos cuando Alberto Fernández, enamorado de sus tropas de siempre, le lanzaba a la población todo el peso de la Pandemia con juna burrada histórica transferida a su cerebro por el infectochanta Cahn.

Siguiendo con este desordenado primer bloque volvemos con una pasión del Presidente que la de usar DNUs prefigurativos que le pemitan su sueño de calles vacías de gente y llenas de uniformados.

En medio de la desesperación gubernamental, la tropa de trolls de Estado ha entrado en una crisis total. Ni alegando Síndrome de Estocolmo podrían hacer lo que hacen hoy. Están sencillamente en una etapa de muerte cerebral en todas las filas de la militancia oficialista, asumiendo roles policíacos horribles. La lectura de esta visión sobre la cuestión quedará a cargo de El Heraldo Furioso.

La facción dominante de la oligarquía que nos gobierna ha pasado a una negación tal de la realidad que piensan inmolarse en el ridículo para vender un mundo que ni siquiera imaginaron, ya que su tendencia es netamente conservadora. El Gobierno, sus sacerdotes y komunikagadores no piensan dar un paso atrás en su discurso hipócrita mientras siguen sirviendo de muy buen grado al gran capital.

Propaganda o muerte sería la consigna de los de arriba.

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