Ante todo cumplimos con la pauta informativa diciéndoles que escrutados a las 19:45 (Hora de la Argentina) del ballotage presidencial de Brasil, el candidato ultraderechista del Partido Social Liberal, Jair Messias Bolsonaro, se impuso con el 55,4% a su adversario del PT, Fernando Haddad, que obtuvo el 44.6%.
Cumplidas las formalidades, desde El Irreverente nos vamos a aventurar algunas conjeturas generales, siempre en el marco del respeto y el cariño por el pueblo del Brasil. Arrancando en el terreno de “las culpas” si las hubiera, deberíamos empezar por este tipo de progresismos oligárquicos que se autoexhiben como la representación del Pueblo, cuando no son más que servidores de copa llena de las oligarquias locales y las contaminadoras y rapaces multinacionales. La secuencia es la misma, pero sólo la secuencia. Plantear un opositor tan repugnante como sea posible a quién poder ridiculizar a diario y que parezca que no están tan a la derecha como lo están. Mientras prosiguen en compararse, por que para esta gente la verdad es lo que menos importa, exorcisan de los mas abominable del enemigo dándole cara cool y creando una serie de justificaciones del pasado de cualquier renegado que pase a sus filas. El mismo fanatismo, los convence de que esa es la vía para conservar el poder, en definitiva todo lo que les importa, permanecer en el poder. Tal maraña es como el agua sobre la mesa: o limpias la mesa mojada o hacés equilibrio para que el agua no se caiga de la mesa y tratar de que nadie se dé cuenta. En este proceso entregan al país a ese monstruo que crearon y creyeron que les venía como anillo al dedo. Operar a través del maniqueísmo y el odio sin contenidos reales, solo con redes clientelares que mantengan al pobre como siempre pero disciplinado, lleva como resultado la entrega a una derecha que es peor que ellos. En Brasil se llegó al extremo de armar alianzas por el poder que hicieron que todo al Pueblo, o al menos la mayoría les parezca todo lo mismo. Obviamente que en este caso específico estamos hablando de que el pueblo por amplia mayoría ha puesto en Itamaraty a un personaje que parece sacado de una historieta bizarra. Bolsonaro no es Macri, ni Scioli, que en ese caso, sí son lo mismo. El que será el presidente de la hermana República Federativa del Brasil ha expresado aún en campaña sus peores efluvios verbales y eso lo lleva al poder. No veo mal a quienes votaron a Haddad en segunda vuelta, es lo más lógico, no debía ganar Bolsonaro a pesar de que el candidato del PT tampoco es ningún revolucionario. La supresión del pueblo y la falta de critica y de una ética política hizo que estos progresismos oligárquicos nos dejen en manos de lo peor que la sociedad pueda crear y lo de Brasil hoy en sus extremo que sólo unos meses atrás era impensado, pero estaba allí creciendo entre la carroña y la podredumbre.
No me pone nada feliz que haya ganado Bolsonaro, por el contrario, quisiéramos que tropezaran los pueblos con piedras y no con montañas enteras. Ya vemos adonde lleva las políticas de los falsos enemigos que por denunciar lo incorrecto sean acusados de hacerle el juego a la derecha, la protección de la corrupción “del palo” y la construcción de poder de caja como fin y medio. Tampoco voy a darles consejos al progresismo oligárquicos más que dejen el poder con toda su cría, es hora de que en toda la región el pueblo tome el poder en sus manos y construya una nueva sociedad a su deseo y no una administración de miseria e información manipulada. Una misma consigna, más urgente en Brasil que en cualquier otra parte, pero que sirve para casi todo el planeta: QUE SE VAYAN TODOS.
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