Nuevamente con la muerte de una niña de 11 años en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, volvió a surgir el perverso juego de la culpa es del otro.
Otra vez usan la tragedia de niños muertos para justificar en un solo caso la verdad de la facción de la que se es fanático.
Mientras tanto de la tragedia real nadie se ocupa y es la que es responsabilidad indelegable del Estado, garantizar una respuesta adecuada y precisa ante cualquier emergencia escolar.
Eso fue exactamente lo que no hizo el Gobierno porteño, pero los rivales de la grieta prefieren decir que M. murió de hambre.
Una abominable historia que se repetirá con el correr del plazo que lleve a los mentecatos que manejan el país a conservar sus puestos.
En el ranking mundial de bajezas nuestros políticos tienen copado el TOP 20000.
Deben ser temidos, ya que no tienen límites.
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