Todas las dictaduras cuando sienten que su consentimiento a nivel social viene en picada comienzan a establecer en sus medios adictos un concepto de normalidad de la ruptura del orden institucional y de voluntad belicosa y violenta de aquellos que no se sometan al su arbitrio. Y allí es donde surge una palabra que debe repetirse hasta el infinito evitando ahondar en los detalles de la misma que es la palabra “pacificación”. De esta manera, los regímenes pretenden normalizar sus atrocidades y trransferir la carga de la paz a aquellos que no se someten. Siempre cuentan para ello con la colaboración de corporaciones ideológicas y de comerciales con fama de imparciales pero ya funcionales a la tiranía. Comerciantes minoristas a quienes los negocios no les cierran mientras hayan marchas y protestas se asocian al gobierno y piden pacificación, lo mismo que la Iglesia que convoca al diálogo para normalizar la dictadura.
Desde el Gobierno dictatoria de Bolivia ven con cierto temor que prosiguen las marchas contra la dictadura y mientras hablan de la pacificación endurecen sus posturas eximiendo de responsabilidad a los militares por los delitos y crímenes que cometan en las tareas represivas que se les han encargado, tal es el miedo que tienen a la rebelión en marcha. Los medios ligados al régimen dictatorial impiden mostrar imágenes de las movilizaciones pero si reproducen los partes de detenidos, heridos y muertos en las movilizaciones, cumpliendo con su rol de amenazar a todo aquel que pueda pretender sumarse a la rebelión de los costos que tiene oponerse en un país donde una oligarquía maneja los resortes del poder proscribiendo al parlamento y negando con desfachatez que lo suyo sea un golpe de estado. La paz que busca la dictadura se llama impunidad y sólo será posible si la tiranía logra convencer a las mayorías que la normalidad es el sometimiento, cosa que aún con todos los medios masivos usándolos como repetidoras no pudieron lograr.
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