EL CARÁCTER REACCIONARIO DE LA SUSTITUCIÓN DE LA LUCHA DE CLASES POR LUCHA DE PARTIDOS

Artículo de Informe e Crítica

En períodos electorales hay la tendencia de sobrevalorar la disputa electoral. Los candidatos y partidos, obviamente, toman ese momento como fundamental, especialmente en el caso de las elecciones para cargos ejecutivos, y más aún en el caso de elecciones presidenciales. Es intereses de los candidatos y partidos que la población se involucra y cree que lo que está en juego es el futuro del país y su propio futuro. Sin embargo, eso es ilusorio. Las elecciones apuntan sólo a la elección de la burocracia gubernamental (legislativa y ejecutiva), que es una pequeña parte de la burocracia estatal y que no gobierna arbitrariamente, sino que participan en todo un proceso burocrático, a través de un conjunto de alianzas, así como recibiendo influencia y presión de varias clases, organizaciones, etc. Independiente de quien asume el gobierno,

Sin embargo, además de los candidatos y partidos, algunos intelectuales reproducen ese proceso de sobrevaloración de las luchas partidistas y algunos generan ideologías, doctrinas, explicaciones, que apuntan hacia la sistematización de esa conciencia ilusoria. Esto genera corrientes de opinión que acaban fortaleciéndose con la adhesión y radicalización de los partidos en disputa, lo que es más fuerte en la segunda vuelta.

El bloque dominante (los sectores más organizados, conscientes y activos que expresan los intereses de la clase dominante) rechaza la lucha de clases y afirma la lucha de ideologías. Así, a través de antinomias como derecha / izquierda, progreso / atraso, libertad / igualdad, estado / mercado, intenta ofuscar la cuestión fundamental de las clases sociales y sus intereses antagónicos. El discurso democrático apunta a la democracia representativa como el escenario en el que se desarrolla la disputa por el poder, el conflicto de intereses, las propuestas de cambios sociales, los planes de gobierno y proyecto de desarrollo nacional. Eso es más discurso que realidad, pues, en la mayoría de los casos, lo que se disputa es quien va a gobernar. Los intereses de las clases trabajadoras no aparecen, a no ser en los discursos demagógicos y falsas promesas.

El bloque progresista, a su vez, reproduce ese mismo discurso en sus tendencias más moderadas. En sus tendencias más extremistas, hay una sustitución de la lucha de clases por lucha de partidos. A principios del siglo XX, Trotsky ya acusaba a Lenin de sustituir la lucha de clases por querellas de partido. El bloque progresista tiene en la socialdemocracia una de sus principales fuerzas y está compuesta por la burocracia partidista, sectores de la burocracia sindical, sectores de la intelectualidad y tiene como objetivo la conquista del gobierno. En ese momento, la burocracia partidista se convierte al mismo tiempo en burocracia gubernamental. De ahí su apego enfermo al poder, a los cargos, etc. y su desesperación cuando se trata de elecciones para cargos ejecutivos cuando tiene alguna oportunidad real.  Se crea, en ese contexto, un conjunto de valores derivados de determinados intereses que generan interpretaciones de la realidad que están muy distantes de ésta, así como el discurso electoral, por lo demás con los de los partidos conservadores, se vuelve cada vez más mentiroso, desde las promesas irrealizables hasta acusaciones falsas sobre los adversarios, entre otras cosas (incluyendo la manipulación de los sentimientos, tal como el miedo y el odio).

La lucha de partidos es una lucha democrática en el sentido de que se realiza en el marco de la democracia burguesa, lo que significa que no puede sobrepasar los límites de la sociedad capitalista, ni siquiera en sus propuestas. De la misma forma, no puede sobrepasar los límites de la democracia representativa, que es una forma burocrática de elección de la burocracia gubernamental. La lucha de partidos es regularizada por la legislación electoral y partidista, en un proceso jerárquico en el que hay una institución superior para definir los puntos litigiosos (el TSE – Tribunal Superior Electoral). Por supuesto, la lucha de partidos sobrepasa el momento electoral y la disputa electoral, pero cada vez más los partidos se vuelven más parecidos y las divergencias son cada vez menos importantes.

La lucha de partidos es una lucha por el poder. Cada partido quiere tomar el poder, lo que significa, al final de cuentas, asumir el gobierno. Esto significa cargos y dinero. Este es el objetivo fundamental de los partidos políticos. Secundariamente, hay la cuestión del tipo de política estatal que se hará efectiva. Sin embargo, la burocracia gubernamental, independiente de quien esté en el gobierno, administrar el capitalismo al capital, lo que significa garantizar su reproducción. Esto puede hacerse de forma más o menos democrática, dependiendo del contexto social más amplio y de los intereses y agentes en el proceso histórico concreto.

La lucha de partidos es intereses de los partidos, pero no del proletariado o de las clases trabajadoras. La mayoría de la población no es contemplada en esas luchas, a no ser como destinataria del discurso electoral y del partido partidista que busca recoger su apoyo. La división por posición social o ideología política ofusca y enmascara los intereses de clases y fracciones de clases existentes en la disputa electoral, pero que siempre excluye a las clases trabajadoras del proceso electoral.

Al hacer que las partes en conflicto el centro de la lucha política asumió una posición reaccionaria [1] . Se pierde de vista la totalidad y ofusca la lucha de clases. La lucha de partidos es sólo una parte de la democracia representativa, que a su vez es una pequeña parte del aparato estatal en su relación con la sociedad civil, que a su vez es una pequeña parte de la sociedad en su conjunto, sus clases, modos de producción, instituciones, cultura, etc. La lucha de dos partidos, a su vez, es sólo parte de las luchas partidistas, pues existen varios otros.

Esto es más grave cuando se aísla a los partidos políticos, generando un reduccionismo y una cosificación. Los partidos políticos expresan clases o fracciones, además de sus propios intereses [2]. En los partidos del bloque dominante (conservadores) se expresan los intereses de la clase dominante, o sea, de la clase capitalista, sea de ella en su totalidad o de fracciones u otras subdivisiones y dependiendo del contexto histórico, una u otra clase (terratenientes, por ejemplo) . Pero cada partido también crea intereses propios (llegar al poder), doctrinas, concepciones, etc. En los partidos del bloque progresista se expresan los intereses de parte de las clases auxiliares de la burguesía, la burocracia y la intelectualidad, que buscan autonomizarse y defender sus propios intereses. El proletariado y las otras clases de trabajo (campesinos, jóvenes, etc.) y el lumpenproletariado están ausentes en las luchas partidistas, ya que no tienen partes que expresan sus intereses [3] .

Lo que está en juego en la disputa electoral es la elección de la burocracia gubernamental y que por más que los partidos sean diferentes (como en las situaciones en las que en vez de dos alas del bloque dominante concurrir por la conquista del gobierno, la división es entre bloque dominante y bloque progresista) y pocas diferencias en el proceso político concreto. En la contemporaneidad, las diferencias sería más o menos privatización / estatización, más o menos políticas segmentarias (para grupos sociales específicos), más o menos políticas de asistencia social, más incentivo para el moralismo conservador o para el moralismo progresista, más o menos recursos financieros para determinados sectores de la sociedad, etc. Es decir, es una diferencia cuantitativa y no cualitativa.

La sustitución de la lucha de clases por la lucha de partidos genera un reduccionismo y una división de la sociedad entre partidos, especialmente cuando hay elecciones en segunda vuelta o fuerte polarización en la disputa por el poder. Se crea un reino mágico en el que un partido puede generar un cambio social independiente del proceso social más amplio. El discurso electoral, con su optimismo y mentiras, es seductor, especialmente cuando parte de la población está desgastada psíquicamente y necesitando esperanza. Los salvadores de la patria aparecen, las promesas proliferan, todo con el fin de ganar los votos necesarios para vencer las elecciones.

Sin embargo, los partidos expresan intereses de clases e intereses propios y no los intereses de la mayoría de la población. Cualquier partido que ascienda al poder va a buscar mantener sus intereses propios (corrupción, reproducción en el poder, etc.) y van a servir fielmente a la clase dominante, so pena de perder lo que ganó si no lo hace. La destitución de Rousseff muestra que (en esto, haga clic aquí ). Al engañarse con las diferencias partidistas, se pierde de vista los intereses de clases que los mueven y su antagonismo con los intereses del proletariado y demás clases trabajadoras. De la misma forma, queda incomprensible la dinámica de la lucha de clases y de los procesos sociales, quedando apenas la superficialidad de los discursos y de los individuos.

Uno de los efectos de la lucha de partidos, cuando es presentada como la cuestión fundamental y más importante, es la polarización destructiva que busca involucrar a las clases trabajadoras en el sentido de defender fuerzas que no expresan sus intereses. Este proceso genera el desgaste psíquico de individuos, peleas, ansiedad, etc. La sociedad capitalista que normalmente ya se erige sobre el sufrimiento y desequilibrio psíquico se vuelve algo cada vez más insoportable y psíquicamente cada vez más destruida.

La génesis de este proceso es la falsa idea reduccionista según la cual fuera del partido o de las elecciones no hay salvación. La lucha de partidos se convierte en una cruzada semirreligiosa y fetichista contra los infieles y las creencias irracionales en individuos y partidos se vuelve movilizadora, generando acciones, conflictos y procesos destructivos. Así, el totalitarismo tiene sus semillas plantadas no sólo por individuo A o B, sino por diversos individuos y partidos, que, debido a su ansia de poder, generan un clima electoral enfermo y desgastante. La creación de la adhesión irracional a partidos y supuestos líderes obliteran la percepción de la realidad, anula el sentido crítico, y hace posible el desarrollo de fanatismo e irracionalidad que pueden generar violencia y canalización de los sentimientos y descontento de la población para oportunistas llegar al poder.

La solución para ello es, en el plano intelectual, la percepción de que no es a través de la disputa electoral que se resuelve los problemas sociales y mucho menos se genera la transformación social. La idea de totalidad, el análisis más profundo de la sociedad y de su división en clases sociales, entre otros procesos intelectuales, es un elemento fundamental para superar la percepción simplista y dicotómica de la realidad. En el plano sentimental, es necesario saber que hay un proceso de deshumanización y que tomar partido entre dos fuerzas políticas deshumanizadoras es fortalecer ese proceso. Así, es preciso, aunque sin declarar para evitar desgaste psíquico, rechazar a los dos competidores y la disputa electoral y las corrientes de opinión formada por ellos (la progresista y la conservadora). En el plano de la acción, eso se traduce en el voto nulo y en la búsqueda de otras discusiones, reflexiones, que apunte a la necesidad de más cultura, más lectura, más organización para tratar de las necesidades reales. En el barbarismo político actual, en lugar de quedarse en las redes sociales leyendo cosas irracionales y viendo agresividad, entre otros problemas, sería mejor leer un libro, desde obras literarias de calidad (un Kafka o un Lima Barreto) a obras teóricas o políticas relevantes (un Kafka o un Lima Barreto) tal como Marx).

Las elecciones van a pasar y con ella, la lucha de partidos va a perder espacio, pues no estará en la televisión, en las redes sociales, y ahí las personas podrán reencontrarse de forma civilizada y reiniciar el proceso de lucha por una verdadera transformación social, es imposible en el marco del proceso electoral. Así, la lucha hoy es otra, no es electoral, es la lucha de clases. Esta no se realiza en los procesos electorales sino en la vida cotidiana y por eso busquemos reflexionar y preparar las luchas venideras, pues son éstas que pueden apuntar a la constitución de lo nuevo, de lo radicalmente diferente, la abolición de una sociedad deshumanizada y la instauración de la autogestión social, una sociedad humanizada.

[1] En el sentido más amplio de contribuir a la reacción al proceso de transformación social y no en el sentido de la tendencia política, como se ha señalado en otro lugar (clic aquí).

[2] En los partidos, consulte¿Cuáles son los partidos políticos? haciendo clic aquí.

[3] Esto se debe al carácter de los partidos políticos, las organizaciones burocráticas y, por lo tanto, terminan expresar o clase dominante, por su poder financiero y la supremacía sobre la burocracia, o que cuando se trata de partes del bloque progresista, más conocida como “partidos de izquierda”.

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