
Como quien no puede evitar comer vidrio y siempre le encuentra la forma de ponerle sal, Macri respondió a la pregunta sobre el tema (nada causal, por cierto) de Eduardo Feinmann sobre la cuestión dejando en claro que no tiene ningún interés en establecer ningún diálogo con Cristina, algo que aún no sabemos si Cristina habilitó. Les dejaba ese flanco de criticarle algo ahora que el Gobierno de sus rivales es algo más que un evidente descalabro. Se terminó así otra farsa sin pena ni gloria.
Durante unos días la paraestatalada se dedicaría a espetarle la falta de voluntad de diálogo a Macri, cuando aún no sabemos si Cristina confirmó o no esa misma voluntad. Una semana de divismo y de querer mostrar responsabilidad, para volver pronto a la guarrada y el chiquero que son sus ambientes naturales, con los que llenan sus vacías políticas, contaminadas a morir de cortoplacismo.
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