Seguramente la forma en cómo nació nuestro país y cómo nos lo contaron y cuentan, tiene todo que ver en cómo somos hoy como pueblo.
El mito mitrista de la patria orgullosa que nace rompiendo las cadenas del yugo español, con héroes-próceres con impronta propia de semidioses ha contribuido a hacernos creer algo que no somos, viniendo de algo que no fue nunca.
El 25 de mayo fue un momento en que se implantó un hito en la historia de un proceso que tenía que ver con las luchas inter-europeas por el dominio del comercio mundial con las colonias. En la escuela nunca nos contaron que aquellos heroicos patriotas actuaron en defensa de la realeza española, motivados por la invasión francesa a España y la caída del rey Fernando en manos de Napoleón. No nos dijeron que los patriotas no querían someterse al poder francés, para lo cual fueron ayudados por los ingleses a los que habían echado a patadas sólo tres años años antes… por segunda vez. No nos dijeron que los ejércitos patrios usaban galera porque Cornelio Saavedra era dueño del taller que las fabricaba, o que el inmaculado Belgrano decía que fundar una república sería “un grave error”, por lo cual propuso crear un reino del Río de la Plata y ofrecerle la corona a la infanta Carlota, hermana de Fernando VII (más tarde mutaría esa idea a un reino encabezado por un descendiente de Tupac Amaru). Que French y Beruti nunca repartieron escarapelas celestes y blancas, sino azules por un lado y blancas por otro, o cintas rojas a sus compañeros para individualizarlos en la multitud según distintas crónicas; y que ellos, los líderes de la Legión Infernal, hicieron un piquete, con 600 hombres armados hasta los dientes con pistolas y puñales (¡si un piquete, el piquete denostado hoy por los hambreadores y entregadores de los trabajadores y el pueblo!) para que entraran al Cabildo Abierto del 22 de mayo sólo los que iban a votar la destitución del virrey Cisneros. Que el 25, ante la dilación de los asambleístas para nombrar una Junta Criolla, French tuvo que patear la puerta del Cabildo, y que fue Beruti -que subió las escaleras armado, encabezando un grupo de milicianos de su Legión Infernal- el que escribió la lista de los integrantes de la Primera Junta y obligó a votarla. Que los colores de la bandera izada por primera vez en Rosario nada tenían que ver con los colores del cielo y sí todo con los de los reyes borbones de España. Que la idea de fundar una verdadera República independiente era de Moreno (junto con Paso y Castelli, lo más puro de aquella gesta) y que por eso fue asesinado. Que la propia dinámica de los hechos que derivaron en la Primera Junta, encendieron la maquinaria de la sublevación contra la metrópoli española y una aspiración de independencia… que aún sólo es eso: aspiración.
A partir de allí el pueblo sólo fue testigo-títere-víctima de los que jugaban el juego del poder, los que siempre se recostaban en los poderosos de la región o del mundo. El rol de Inglaterra colaborando con los héroes de nuestra “independencia” siempre fue barrido bajo la alfombra de la historia institucional. Es por eso que tal vez se animan a decirse “patriotas” hasta aquellos que jamás quisieron tocar las posesiones inglesas en nuestro país, aún hoy.
Hay una infame mezcla de intereses en nuestro pasado, donde un oligarca como Rosas, que mató más originarios que Roca, puede ser alzado por algunos como un héroe y líder popular, tal como todos los caudillos de las provincias, hasta el “bárbaro” Facundo Quiroga, un acaudalado hacendado. Nos han hecho creer que la diferencia entre unitarios y federales era su actitud hacia el pueblo, pero en realidad, era sobre cómo organizar la nueva nación para explotar a ese pueblo. Nuestra historia está llena de próceres poderosos, mezquinos, avarientos, sanguinarios y ávidos de poder y gloria personal. Rivadavia, Urquiza, Mitre, Sarmiento y Roca son cabales representantes de ello. Sus nombres están en todas nuestras calles. San Martín, Belgrano, Güemes, Moreno y sus russonianos, podrían considerarse excepciones que confirman la regla.
El pueblo argentino ha vivido siempre bajo los designios de líderes que sólo lo vieron como rebaño. Algunos lo trataron salvajemente, como el PAN, La Concordancia (que llegó a implantar la idea de que un fraude puede ser “patriótico”), o los militares; otros de manera más “suave”, como Yrigoyen o Perón, que no dejaron de ser los “patroncitos buenos”. Lo que no les impidió ser los responsables de jornadas nefastas como la Semana Trágica (el radical presidente y el coronel reprimiendo), la Patagonia Rebelde, el Malón de la Paz kolla o el Genocidio Pilagá. O la Sección Especial. O la Triple A.
Es posible que por tanta confusión haya habido quienes creyeron que un coronel que admiraba a Mussollini, a Hitler y a Franco, podía liderar una revolución socialista en Argentina. O que un abogado republicano, sólo por su apego a las instituciones, podía asegurar el bienestar popular, sin tener en cuenta el carácter burgués de esas instituciones.
O que un “sucesor” del coronel no podía implementar el neoliberalismo en el país.
O que un imbécil pequeñoburgués admirador de las monarquías europeas no nos llevaría al abismo al que nos llevó a comienzos del milenio.
O que un matrimonio que nunca pensó en tocar la propiedad privada de los monopolios transnacionales, sino que por el contrario, les abrió aún más las puertas, podía llevarnos a la “liberación”.
O que un empresario cuyo prontuario es el más nefasto de todos los nefastos que lo precedieron, puede condolerse de nuestros dolores y sacarnos del pozo en el que siempre vivimos, contrariando los intereses de su propia clase.
O que quien lo sucedió, un cavallista disfrazado, iba a hacer otra cosa de la que está haciendo: continuar la nefasta obra de su antecesor
Nos han querido hacer un pueblo cándido a base de engaños, desde el principio.
Seguramente nuestro origen y la forma en cómo nos lo contaron tienen todo que ver en cómo somos y en lo que creemos ser. Que nos cuenten la verdad nos duele, porque enfrentarnos a ella nos enfrenta a nuestra realidad de pueblo sometido y dependiente.
Pero sólo la verdad nos hará libres. La verdad que nos indica y enseña que debemos ver que quienes nos guiaron hasta ahora nos mantuvieron encerrados y encadenados a los designios de quienes nos han explotado, de afuera y de adentro. La verdad que nos señala que los que se han rebelado a ese historial de engaños y entregas son los verdaderos héroes de la Patria, aunque casi siempre han sido derrotados, silenciados y demonizados por las fuerzas reaccionarias del Estado que le cuida los privilegios a los opresores.
Y, en definitiva, la que nos demuestra con claridad cristalina que es contra los explotadores de donde sea que tenemos que luchar para lograr las tan ansiadas y declamadas definitivas liberación e independencia.
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