El día viernes nos arrancaron un pedazo de alma, nuestros teclados quedaron inmóviles, paralizados por la noticia. Las palabras se fueron como pasa cuando una buena persona y un profesional excelente parte de este mundo. Un vendaval de recuerdos de un hombre excepcional, un ejemplo de humanidad y de calidez que será imposible que nos abandone. Recién en esta noche pudimos sentarnos a escribir, mientras la insoportable consternación nos deje un respiro para recordarte sin llorar unos segundos.
Definir a Enrique Rodríguez en pocas palabras no será nunca tarea facil para nadie. Miles de vivencias en común sesgadas por una actitud ética inquebrantable, acompañados de un humor envidiable y empatía ante los que más sufren siempre. Su contagiosa risa y su comprensión ante los avatares de los seres humanos lo han puesto siempre de los más altos estándares de nuestra especie. Sin miedo a equivocarme puedo decirles que la partida de hombres como Quique no será jamás consuelo para quienes viven del detrimento de otros seres, su ejemplo será la chispa del fuego que las buenas personas del Boxeo tomarán y que nunca dejará tranquilos a las pocas pero perniciosas personas que manejan este deporte a su arbitrio. Sabrán que somos muchísimos los que tomaremos su bandera y jamás se sentirán tranquilos en sus madrigueras.
Extrañaré sin dudas tu sabio consejo y tu hombría de bien, aunque sé que dejaste grabado a fuego en mi muchísimo para seguir caminando este duro sendero de comunicar con los principios éticos irrenunciables como guía. ¡Hasta siempre, hermano querido!
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