Como todo lo bueno se hace a mano y sin permiso

Este 29 de noviembre, un grupo de fascistas encabezados por el marplatense Carlos Pampillón, cuyo prontuario de violencia contra personas indefensas u objetos inanimados es extenso, convocó a realizar un acto para pedir el indulto de los genocidas de la última dictadura militar. El señor tiene la particular virtud de atacar símbolos, objetos inanimados, menores de edad o ancianas, pero esta vez se encontró con que los objetos inanimados que amenazaba cobraron vida.

Intentó ir por los pañuelos y lo único que consiguió es dejar en claro que este señor si el Estado no lo banca es una tierna criatura temerosa. El sociópata vivió su peor pesadilla, que sus estupideces tienen respuesta y que a veces ni el estado te puede salvar de las consecuencias de tu inconducta.

Es la Historia que contamos la que el Sistema va a negar, aún con todo el respaldo que hay de material para ridiculizarlos, como los ausentes en esta pelea, que coinciden claramente con quienes marchan felices con los desaparecedores de Facundo Astudillo Castro los 24 de marzo, diluyéndose a tal nivel en las alternativas que sospechamos que hay motivos de “pesos” para ello.

Lo cierto y lo único importante es que los fascistas tuvieron que reunirse con más seguridad que Trump para protegerse, mostrando que el nuevo fantasma del miedo de los integraditos, era otra de sus farsantes invenciones. Esperamos que ninguno de esos cretinos se digan ser investigadores del CONICET.
Otro de los derrotados fue el negacionismo en todas sus formas, del visceral e irracional que niega el genocidio argentino y del que al traicionar asegura que toda lucha es inútil
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