Alfonsín abrió el camino de la represión militar de civiles

Los políticos argentinos siempre han insistido en que debemos perdonar a las Fuerzas Armadas por sus eternas tropelías, instinto asesino con sus conciudadanos y sumisión ante los británicos en las Malvinas. No son más que un grupo de asesinos que no tienen la más mínima intención de defender a su país, haciendo lo que haya que hacer para quien les paga. Tal tentación de matar sin costos políticos aparentes no es resistida por nadie que ocupe el Poder Ejecutivo Nacional y Milei, mucho menos prurito tiene que todos sus predecesores los que le dejaron el “campo orégano” para hacer sus atrocidades.

Que la ley que Alfonsín mismo propusiera y aprobara en 1988 (la ley número 23.554), fuera para el Pueblo un sello sagrado contra la intervención de las Fuerzas Armadas en la Seguridad Interior fue un sueño que duró muy, pero muy poco. A la primera de cambios le levantaron las fajas de clausura y de allí en adelante todos los gobiernos incorporaron un grillete más a la cadena de amenazas de tirarle cañonazos al Pueblo.

El llamado “Padre de la Democracia” se la pasó por las partes cuando por decreto 35/89 autorizó la intervención armada directa del Ejército para reprimir al MTP por el copamiento del Cuartel de Tablada en enero de 1989. No dudó ni un segundo y los miliKos represores lo aprovecharon al máximo. La cosa siguió con desapariciones de militantes del MTP, por la cual nadie respondió ante la Ley.

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