Se juegan dos modelos de país: en uno más represión para más ajuste, nuevas mentiras de bienestar futuro pudiéndolo hacer hoy, seguir vendiéndole lo que sea a quién sea con tal de obtener dólares ahora, haciendo lawfare para defenderse de las corrupciones pasadas, presentes y futuras. En el otro: lo mismo.
De nuevo la trampa del mal menor, aquella que esconde la excusa para las peores vilezas que te puedas imaginar. La fuerza del egoísmo es tan contundente que un debate de los candidatos más votados termina en viejas amenazas de lawfare, repleto de intentos de ridiculización del otro, que confirman que el psicotécnico que Massa pedía, Milei no lo pasaba… Y Massa tampoco…
Una tragedia para impedir una tragedia: de nuevo la misma trampa. Lo peor es que repiten cada vez la opción más siniestra; su peor versión cada vez más endiosada por perniciosos aspirantes a sátrapas, que en los últimos años se dedicaron a expresarnos que debemos comprender su Síndrome de Estocolmo y dejarnos perecer en ello, Todo esto como siempre sin ponerse colorades. Eso sí, mucho azul y mucho blanco, pero nunca rojo.
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